¿Cómo distribuir los muebles para armonizar y mejorar la energía?

La distribución de los muebles en casa va mucho más allá del diseño interior o del estilo personal. Según el Feng Shui, una antigua filosofía china que busca equilibrar las energías en los espacios habitables, el orden y la disposición del mobiliario pueden influir directamente en el estado de ánimo, relaciones y salud de las personas. El Feng Shui, técnica que durante siglos ha guiado la arquitectura y la decoración en Oriente, propone algunas claves que hoy resultan más vigentes que nunca para lograr armonía en nuestros hogares.
Uno de los primeros aspectos a tener en cuenta es evitar obstrucciones en zonas de paso, especialmente en puertas y ventanas. Cuando el mobiliario bloquea estos accesos, la energía, conocida como chi, se estanca y puede provocar sensaciones de agobio o incomodidad. Dejar espacio libre alrededor de estos elementos no solo facilita el tránsito físico, sino también el emocional, promoviendo una atmósfera de fluidez y apertura.
Las formas también juegan un papel fundamental. Muebles con esquinas afiladas o líneas demasiado rígidas tienden a generar lo que en Feng Shui se conoce como sha chi, una energía más agresiva o cortante. Por eso se recomienda optar por piezas redondeadas, suaves y orgánicas, que favorecen la relajación y la conexión con el entorno. Mesas circulares, sillones con formas envolventes y acabados naturales son aliados perfectos en esta búsqueda de equilibrio.
El dormitorio, como lugar de descanso y regeneración, merece una atención especial. La cama, por ejemplo, no debe colocarse enfrentada directamente a la puerta, ni situarse bajo una ventana o frente a un espejo. Estas ubicaciones pueden interferir con el descanso y el equilibrio emocional. Lo ideal es que desde la cama se pueda ver la puerta sin estar directamente en línea con ella, lo que proporciona una sensación de seguridad y control sobre el espacio.
Además de la ubicación de los muebles, es importante mantener un equilibrio visual y físico en el conjunto del mobiliario. La acumulación excesiva de objetos o muebles grandes en espacios reducidos genera saturación y desorden visual, lo que afecta al bienestar general. Por ello, es recomendable elegir piezas proporcionales al tamaño de cada habitación y permitir que el aire —y la energía— circulen libremente. El uso de colores neutros, materiales naturales como la madera o el lino, y una iluminación adecuada completan esta atmósfera de serenidad.
En las zonas comunes del hogar, como el salón o el comedor, la distribución debe invitar a la interacción y al encuentro. Evitar colocar asientos de espaldas a las puertas, permitir la conexión visual entre los presentes y mantener áreas abiertas son prácticas que fomentan la comunicación y la armonía familiar. Los espacios que favorecen el contacto visual y la comodidad contribuyen a fortalecer vínculos y a generar un ambiente cálido y receptivo.
Por último, integrar elementos naturales y personales en la decoración ayuda a reforzar la energía positiva del hogar. Las plantas, por ejemplo, no solo purifican el aire, sino que aportan vida y frescura al entorno. Incluir objetos con valor sentimental o que representen momentos felices también añade una capa emocional que refuerza el vínculo con el espacio y mejora el estado de ánimo de quienes lo habitan.
Distribuir los muebles con atención y sentido no es solo una cuestión estética. Es una forma de cuidar el bienestar propio, de fomentar relaciones sanas y de vivir en consonancia con el entorno.